Saturday, July 23, 2011

CARETAS. ¿Qué esconde Mendoza?

CUANTA TELA PARA CORTAR HAY EN ESTA BENDITA TIERRA........CUANTA HIPOCRESÌA, TODO ES UN MURMULLO, Y ESE PETULANTE DEDO INQUISIDOR.
TODO SE OCULTA, ESPERO ALGÚN DÍA TODO CAMBIE, DESDE MI MODESTO LUGAR LUCHO POR QUE ASÍ SEA. QUIZÁS SEA HASTA QUE UNA GENERACIÓN DE NOBLES SENILES DEJEN DE EXISTIR JUNTOS A SUS PRIMOGÉNITOS RETRÓGRADOS MAL FORJADOS.

Mensajitos de texto y oficinas cerradas. Negocios que se cierran murmurando y chicas camufladas. Patrimonios encubiertos, deseos contenidos. Enorme montaje para no ser descubiertos.

¿Qué hay detrás de todos que nadie quiere mostrarse demasiado?

Ya no da la teoría del montañés, escudo permanente para todo lo que no sabemos explicar. Ya no da lo de “pueblo chico”, otra excusa para encausar todo lo que nos hace fóbicos. Mendoza lo oculta todo desde siempre y ya como parte de su cultura el esconder es algo histórico.
La cultura es inseparable del malestar que la habita. Tal vez una posible vertiente sea realizar algún rastreo de la historia mendocina, somos nuestra historia, ella nos marca, me atrevo a decir que más que la geografía.

La Mendoza de los Rosacruces, del Opus Dei (obviamente nadie es de “la obra” cuando se les pregunta), de los Caballeros Andantes del Fuego, de la Logia Lautaro… de la Masonería, (ni siquiera de los más cercanos demócratas escote en V y mocasines guinda).


¿Quién sos Mara? Es la pregunta que encabeza todos los mails que llegan a mi correo. Yo soy vos. Soy todo lo que vos escondés. Soy la que se resigna a las Vendimias, a los restaurantes, a los colegios, a las vidrieras (juro que un día voy a escribir sobre este tema) y a la falta de opciones.

Soy la que sabe que Mendoza se detiene como si fuera ése su destino. Se queda. Esconde. Yo me sumerjo en un malestar inevitable. Ese que me atormenta cuando todas las salidas están bloqueadas y siento que ya no queda más que aceptar lo que hay.

“Mendoza, la ciudad del cuchicheo” parecería el slogan indicado.

Hay enigmas ya endémicos: cuánto pagan los hombres por un lote y cuánto las mujeres por un par de botas. ¿Adónde van las que recién se separan? ¿Quiénes entienden la infidelidad?

“No te puedo contar nada hasta que no se dé, me han pedido que no diga quienes son los que ponen la plata, es un proyecto súper secreto, parece que es algo grande…” ( y así hasta que nos enteramos de que sólo era un loteo igual al del mes pasado que escondieron con el mismo argumento.)

Los que van al psicólogo lo esconden. Se ve a Tinelli con el control remoto en la mano, se habla bajito en los cafés y no se aceptan nuevas amigas al grupo. A las mujeres les divierten los Tupper Sex pero lo esconden, los hombres juran que jamás han ido a Cocodrilo (mientras sueñan con uno en Mendoza).

Lo peor y lo nuevo es que hoy se esconde, más que nunca, ese lado facho que todos tienen y ahora es cero progre.

Es raro, pero se esconden también los éxitos, los propios y los ajenos. Es increíble cómo se destituye al que se anima a la evolución, enseguida viene el descrédito. Acá, parece, no se tolera el cambio, la visión, mucho menos el coraje. Repetimos y copiamos lo ajeno, pero sin color (esa camisa, ¿la tenés en celeste?.. escucho todos los días)

Afirmaremos que lo logró con ayuda, que lo copió, que lo sostienen. El que hace algo bien es sospechoso, o me vas a decir que ese BM lo compró con el sueldo del banco… andáaaaa.

Mendoza se queda sin pasión. Sólo cumpliendo ese contrato viejo que no hay que modificar.


Un ejemplo claro es la mentira que aceptamos de los nuevos restauranteurs. Esa que hemos tomado para pedir una bondiola laqueada en reducción de malbec sobre deconstrucción de batatas, encontrándonos con una costeleta de cerdo con puré. (Pero atención, al otro día contaremos orgullosos que comimos una deconstrucción del cerdo sentados un futón incómodo que, para colmo, escondía ser de cuero ecológico.

Veo como casi nadie ama lo que hace. Todas las metas parecieran tener la misma distancia. Cómo si lo mejor que nos pudiera pasar fuera saber que el otro tampoco pudo. Es lo que hay.

Tanto escondimos el secreto del vino que son otros los que vinieron y lo mostraron al Mundo. ¡Cuánto esfuerzo de los enólogos en las contra etiquetas por describir situaciones extrasensoriales que esconde ese vino y cuánto el nuestro por descifrar qué estamos tomando!

Escondemos la verdad, la identidad que no construimos. Odiamos ser del interior y odiamos la capital. Bombacha de gaucho pero de boutique, botas Sarkany pero sin tanto taco.

Mendoza la abanderada del no te metas prefiere quedarse en silencio ante lo injusto y lo mediocre. Y así vamos, aceptando que sean otros los protagonistas. La Fiesta del Sol nos pisa los talones y ahí estamos, en punto muerto, esperando que nos pase por arriba para luego decir… ¿y con plata quien no…?

En fin, nos da vergüenza mostrarnos de manera distinta o tenemos pavor a que nos miren y nos juzguen. Nos encanta entrar a un lugar y conocer a todos, al mozo, al cajero y al barman, pero, ojo, que jamás opinen ni entren en confianza.

Lo cierto es que la mentira esconde una verdad y la verdad, por ahora, no la decimos.

¿Qué esconderá ese dedo que tanto señala?

Creo que mentir y esconder es el lugar más cómodo para poder espiar tranquilos. ¿No vieron los primeros puestos del ranking de MDZ?


POR: MARA LÒPEZ MEDEA. MDZ
ARREGLOS FOTOGRAFICOS: ALBERTO CARRERA

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