Miles de personas salen a la calle en una gran fiesta para reivindicar la igualdad de derechos para los gays y por la defensa de los enfermos de sida.
Una treintena de carrozas fue avanzando desde la Puerta de Alcalá hasta la plaza de España. En cada una de las múltiples paradas la muchedumbre aprovechó para bailar al ritmo que marcaba el autobús de turno, en el que los participantes, algunos alados y otros mostrando pecho siempre depilado, saludaban al público como suelen hacer los campeones de la Copa del Rey. No fallaron los clásicos: A quién le importa, que es canción obligada, o Loca, que parece que pega, o Dancing queen de ABBA.
A unos metros de Chueca, epicentro de las fiestas, nadie tuvo que ponerse los auriculares para escuchar la música, como ha obligado este año el Ayuntamiento de Madrid para los "conciertos silenciosos" de la plaza del barrio. Todas las quejas de los organizadores del Orgullo por haber tenido que renunciar en los dos últimos años a dos de las plazas emblemáticas de las celebraciones -Vázquez de Mella y Chueca- por las exigencias de las normativas del ruido, se olvidaron por unas horas mientras el desfile invadió la capital
Han pasado 40 años desde las primeras manifestaciones y hoy día el Orgullo madrileño es reconocido como uno de los mejores del mundo. Rolf Lenting llegó el jueves a la capital desde Ámsterdam con cuatro amigos. Tienen entre 18 y 40 años. Lenting, el mayor, resume en inglés el porqué de su viaje: "Buena gente, buen tiempo y buena fiesta". Es su segundo Orgullo en Madrid y espera volver, dice antes de que un carro de la compra repleto de cervezas se interponga en su camino. "¿Cerveza, agua?", le preguntan. Es el negocio paralelo. Decenas de parejas pasean sus carros repletos de bebida a lo largo de la manifestación. Los refrescos a un euro y las cervezas, a dos. Cuando el género se agota, que suele ser rápido, sacan el teléfono móvil y alguien en unos minutos llega con el pedido. "Sé que hay por ahí un almacén; yo solo llamo y me traen las cosas, no sé más", dice un joven que no quiere dar su nombre.
Pero si hay algo que triunfa en la calle es lo gratis. Da igual que sea una camiseta de publicidad, un abanico o un globo. La marabunta se mueve al ritmo de los regalos que salen de las carrozas como los caramelos de las manos de los reyes magos y sus pajes.
Con el caer de la tarde, baja el sol y se enfría la temperatura. La cabalgata sube y baja Gran Vía, aunque cuando llega la cabecera a Plaza de España la cola aún acaba casi de salir. En la meta la cantante Marta Sánchez, otro clásico, espera a la marabunta para cantar algunas de sus canciones desde el grane escenario de la plaza. Pero antes la "manifiesta" se pone seria para leer el manifiesto. El colectivo, ahora que se cumplen 30 años desde la aparición del sida, exigió ayer más recursos y más compromiso político en la lucha contra la enfermedad, denunció que la crisis no puede ser "excusa" para reducir los fondos para la prevención, "como hace Esperanza Aguirre" y, ante la próxima visita del papa Benedicto XVI a la capital, advirtió a la jerarquía católica que "condenar el condón es bendecir el sida".
La defensa del matrimonio homosexual también impregnó el desfile. "Ni un paso atrás", decía una de las pancartas en relación al recurso que mantiene el PP ante el Tribunal Constitucional. La secretaria de Estado de Igualdad, Bibiana Aído, pidió al PP, en declaraciones a Efe desde la cabecera de la marcha, que retire el recurso al que llamo el de la "vergüenza". Sin embargo, la vergüenza fue lo único que ayer se quedó en el armario.
Y Chueca no se puso los auriculares
A las 21.00 de ayer, decenas de personas se congregaban en la plaza más simbólica del barrio gay de la capital, pero la mayor parte de ellas acudía sin auriculares para poder oír la sesión de DJ que se avecinaba y que pretendía convertir aquello en una fiesta. Por primera vez en su historia, las tradicionales fiestas de los colectivos de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) se ponían los cascos. Las protestas vecinales por el ruido surtieron efecto, pero ayer Chueca no bailaba.
Una normativa del Ayuntamiento prohíbe autorizar límites especiales de ruido en zonas, como resulta ser el caso de la plaza de Chueca, que tengan centros sociosanitarios a menos de 150 metros. Esa fue la base sobre la que se apoyaron algunas asociaciones de vecinos del barrio para tratar de impedir la celebración de la fiesta. Pero los organizadores de un Orgullo que ya se ha hecho internacional apostaron por algo exótico: auriculares para todos. Lo que fuera, con tal de que el epicentro del barrio, su plaza más emblemática, siguiera manteniendo el liderazgo de la fiesta en la que, además de volver a llamar la atención sobre los riesgos del sida, como ocurre este año, los colectivos de homosexuales reivindican su espacio físico y social.
Ya lo decía Dj Bee antes de comenzar ayer su sesión: "Esto es una prueba, una primera vez para todos, a ver qué tal sale. Pero yo veo a la gente muy despistada".
Y así fue, apenas tres grupos de tres o cuatro personas asistieron al lugar con sus auriculares y no hubo reparto de cascos por parte de la organización como estaba previsto. Una pantalla grande con la imagen de alguien escuchando música con audífonos era toda la orientación que podía encontrar el recién llegado.
Dos gogós subidos en sendas plataformas, ubicadas a ambos lados de la cabina del DJ, trataban de orientar a una mayoría, incapaz de escuchar la música: "Ahora, ¡subidón!", gritaban sin perder el ritmo que seguían casi solos, y levantaban los brazos tratando de animar una fiesta imposible en la que la decepción dio lugar a la risa.
"Esto es antisocial, no podemos hablar y escuchar música a la vez, cada vez que me agacho a coger el litro del suelo o me muevo le arranco los cascos a él, nos hemos convertido en los frikis de la fiesta, en protagonistas por un día, pero bueno, es el Orgullo", decía uno de los pocos jóvenes que compartía cascos con un amigo creando un cierto efecto siamés.
"Se oye igual que la radio, depende del volumen al que te lo pongas lo escuchas más o menos, no tiene nada que ver esta manera de escuchar música con colegas", decía otra chica que llevaba los suyos propios y estaba con otros dos amigos con cascos intentando disfrutar de la sesión.
Pero la plaza apenas se movía. Y los comentarios de quien trataba de sumarse a la fiesta eran del tipo: "Esto es una basura", "falla mogollón", "así no se puede", "no sé ni qué frecuencia tengo que sintonizar"... Mientras, Dj Tania intentaba darlo todo en la cabina y Dj Bee se preparaba para su momento estelar: "Es imposible que esto funcione igual que si todo el mundo estuviera escuchando la música, no fluye la energía porque precisamente la música hace de canal".
A taconazo limpio por la calle de Pelayo.
Un total de 14 participantes (y no los 22 que inicialmente se habían inscrito) se presentaron en el escenario dispuestos a cruzar el tramo que va desde la calle de San Marcos a la de Gravina, dejándose los dedos y los tobillos en el intento, si era necesario. Aunque no fue una de las carreras de tacones más participativa, sí se mantuvo la expectación de años anteriores. Hasta el punto de que el pasillo por el que debían pasar los corredores quedó reducido a un metro de ancho en algunos tramos.
Fue una carrera multicultural: "Esto parece la ONU", gritaba una drag queen desde el escenario, tras haber hecho las presentaciones: "Adolfo, de Guinea... ¡¿Un gay en África?!, pues sí, verán cómo este corre como si oyera el rugido del león", anunció. Y después vinieron Víctor de Vallecas "y bisexual"; Alfonso, de Valdemoro (heterosexual); Carlos, de Cataluña, "ese otro país" (y hetero); Vincent, desde Francia, que se definió a sí mismo como "maricón" ("con una buena tilde")... Pero también estuvieron representados Perú, Venezuela...
Hubo una importante participación de heterosexuales y bisexuales frente a la abrumadora mayoría de homosexuales de años anteriores. Y se produjo alguna caída sin importancia. La carrera, durante la cual los participantes tuvieron que vestirse, ponerse pelucas, maquillarse y conseguir abanicos sobre esos imposibles tacones, estuvo muy reñida hasta el final. Pero el sprint de Carlos, ataviado con sandalias rojas con lunares blancos, fue definitivo y se alzó con la victoria. Un año más, el cachondeo y las risas fueron la tónica dominante en el inicio de una segunda velada del Orgullo 2011 a taconazo limpio.
POR: ELPAIS
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