Thursday, September 29, 2011

¿Se Atreverán los Irlandeses a Elegir a un Gay como Presidente?

La República de Irlanda celebrará el próximo 27 de octubre las que probablemente serán las elecciones presidenciales más curiosas de su historia: en este momento, un senador abiertamente homosexual y un ex terrorista del IRA encabezan las encuestas, aunque las apuestas señalan como favorito a un veterano político laborista.

Curiosiades del destino, en realidad hay dos gays en la carrera electoral. Al activista de los derechos de los homosexuales David Norris (67 años) hay que añadir un candidato mucho más convencional: Gabril Gay Mitchell (59 años), designado por el gobernante Fine Gael como su candidato. Derrotado en 2002 por el actual primer ministro en sus aspiraciones de liderar al Fine Gael, Gay Mitchell se refugió desde 2004 en el Parlamento Europeo, donde empezó su mandato defendiendo los comentarios antihomosexuales del entonces candidato a comisario europeo Rocco Buttiglione.

Aunque sus posiciones sobre la homosexualidad les separan, Gay Mitchell y David Morris tienen un problema común en esta campaña: sobre ellos pesan sendas historias de petición de clemencia muy controvertidas. En el caso de Mitchell se trata de dos casos. En 2003 escribió al Gobernador de Florida (Estados Unidos) para pedirle que no ejecutara a Paul Hill, un pastor presbiteriano antiabortista miembro del terrorista Ejército de Dios que en 1994 asesinó a un médico y su guardaespaldas frente a una clínica en la que se practicaban abortos. Antes, en 1998, entregó una carta en la embajada de Estados Unidos en Dublín para interceder por la vida de Louis Truesdale, condenado a muerte por violar y asesinar a una chica de 18 años a la que había secuestrado en un aparcamiento. Mitchell reaccionó con furia cuando la prensa le echó en cara estos casos en agosto pasado y afirmó que ha intercedido por muchos condenados a muerte porque se opone a la pena capital.

Pero no son los casos del muy católico y pro-vida Mitchell los que suscitan la atención de la prensa estos días, sino las peticiones de clemencia enviadas en 1997 por Norris para interceder por su pareja de la época, Ezra Nawi, un polémico activista que había sido condenado por estupro debido a sus relaciones sexuales con un niño palestino de 15 años, denunciadas por la familia del adolescente. A ojos de la ley israelí, se trataba legalmente de un caso de violación porque el chaval aún no había cumplido los 16 años a los que se accede a la mayoría de edad sexual.

Norris se retiró en agosto de la carrera electoral debido a la polémica que se creó al conocerse que había intercedido por su amigo en un asunto de especial sensibilidad en Irlanda, un país conmocionado por la existencia de miles de casos de abusos a menores perpetrados en instituciones católicas con la permisividad del aparato del Estado y de la clase política. Pero decidió a última hora volver a la carrera electoral porque así se lo habían pedido sus partidarios. De hecho, según él, la idea de optar a la presidencia de Irlanda no es suya: surgió a través de una página de Facebook que lanzó su candidatura sin siquiera consultarle. Norris ha asegurado que se enteró a través de un periodista de que más de 1.000 personas habían firmado una petición para que se presentara. Al final fueron más de 11.000 los firmantes.

¿Hay alguna posibilidad de que Norris sea el primer homosexual público elegido para encabezar la jefatura del Estado de un país europeo y probablememte del mundo? Más bien pocas, a pesar de lo que indican algunas encuestas.

David Norris, que no se ve a si mismo "como un presidente gay, sino como un presidente que resulta que es gay", encabeza la encuesta de Red C publicada el domingo pasado por el Sunday Business Post con el 21% de los votos, seguido del laborista Michael D. Higgins (18%) y de Martin McGuinness (16%), el número dos del Sinn Féin, en tiempos terrorista del IRA y hasta entrar en la carrera presidencial ministro principal adjunto del ejecutivo de Irlanda del Norte.

Otra encuesta menos fiable por ser respuestas a bote pronto entre los oyentes de un programa de la radio pública RTE coloca primero a McGuinness (27,5%) casi empatado con Norris (26,5%), muy por delante de los demás candidatos.

El dinero parece huir del voto de protesta que significan estos dos candidatos y se inclina por una alternativa más moderada: el viejo laborista Michael D. Higgins, al que no se puede identificar con los dos grandes partidos de la derecha (Fianna Fáil y Fine Gael) y que es más comnocido por su compromiso con la lucha por los derechos humanos en los países en desarrollo que por las luchas de poder y la corrupción económica en Irlanda. Con 70 años ya cumplidos, Higgins está a la par en las apuestas de Paddy Power, muy por delante de Norris (9/4), McGuinness (4/1) y Mitchell (8/1). La victoria de la independiente Mary Davis se paga 12 a 1, la del empresario Sean Gallagher a 40 a 1 y la de Dana Rosemary Scallon, la ultraconservadora mujer que en 1970 ganó el festival de Euyrovisión, se premia a razón de 50 euros por cada euro apostado.

La clave de que Norris y McGuinness encabecen las encuestas es que son los que mejor representan el voto antisistema en un país que está profundamente descontento con su clase política y empresarial. Norris ha sido siempre un outsider, un activista de los derechos civiles que empezó a defender la causa homosexual cuando ser gay era un problema, no una moda. McGuinness es otra cosa; mientras Norris defendía a los gays en los tribunales, el defendía el derecho del Ulster a unirse a Irlanda utilizando el terrorismo como arma. Pero, como subraya el comentarista John Waters, la gente de la República no se vio tan afectada como en el Norte por los disturbios del Ulster y el proceso de paz ha hecho cambiar la percepción que en el sur se tenía del Sinn Féin.

El problema para Norris y McGuinness es que serían los grandes favoritos si Irlanda eligiera su presidente con un sistema electoral como el británico, "el primero que llega, gana": el que saca más votos es elegido con independencia de que represente o no la mayoría de los votantes. El sistema irlandés busca que el ganador de unas elecciones -lo mismo un escaño en el parlamento que una concejalía o la presidencia- tenga el respaldo de la mayoría. Ese respaldo se obtiene a través de un complejo mecanismo de transferencia de los votos de los candidatos que van siendo eliminados durante el recuento. Y las encuestas señalan que los candidatos de la protesta, David Norris y McGuinness, pierden ahí terreno frente a la bonhomía de abuelo del laborista Michael D. Higgins, con más transferencias de votos procedentes de electores que prefieren a otro candidato como primera opción pero a él como segunda posibilidad.

Pero la última palabra la tienen las urnas y, ¿para qué era que estaban las encuestas aparte de para equivocarse...?

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